PARECE QUE FUE AYER.

Parece que fue ayer cuando fue ayer, ¿te acuerdas?
Nos escondíamos en las cuevas
como los piratas entre las rocas
y tras escuchar las sirenas
nos dábamos besitos de casi amor.
Y surgíamos más entendidos,
más enteros y maduros
o eso creía la larva
que llevábamos en nuestro interior.
Imprescindible la actitud de dos mocosos
ya de vuelta de la vida
rechazando aquellos juegos
que pintaban rubores de carmín
y, honestamente te digo, ya no van con nosotros.
Lo nuestro era de ojos,
juego de manos sin testigos,
algún calentón furtivo  y un enfado
de apenas segundos
y tatuaje en el roble, a navaja,
que no tenía culpa
y otro beso antes del fin del mundo.
¿Te veré mañana? A la misma hora
si mi madre me absuelve de las tareas.
¿Con la misma falda? O con otra
más fácil de descoser.
Y el camino hacia casa
se hacía cuesta abajo
y entraba ya cenado con sonrisa de último acto
antes de bajar el telón,
y los gritos de aquella lobera
del bajos primera se mostraban susurros
y mi habitación era un mundo
empapelado con Ruiz de la Prada,
y conciliaba el sueño
a altas horas de la luna nueva
entre floraciones que hacían,
de mis sábanas, un escollo.
¿Recuerdas?
Recuerdo haber regalado afectos
porque la felicidad es lo que tiene,
de qué se ríe el tonto,
escuchaba antes de escampar
 y el secreto compromiso del que suscribe
 era verte
junto al roble herido
otra tarde de domingo
si tu madre no lo impide.


08.03.2017

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